Salta, 25 May. 08 (AICA) El arzobispo de Salta, monseñor Mario Cargnello, convocó hoy a todos los argentinos a “apostemos con audacia creativa y confianza renovada a la amistad social y al diálogo como camino para construir la comunidad nacional”, y a consolidar el espíritu fraterno que “compromete a recrear los vínculos entre todos los habitantes de esta tierra y nos ilumina para mirar al otro como hermano. Nunca unos contra otros”, porque el diálogo, insistió, es “un instrumento eficaz para convertir la crisis en oportunidad”.
Durante el Tedéum en la catedral de Salta y ante la presencia de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su gabinete, el prelado también rogó a
Al finalizar la homilía, el padre Adolfo Barrionuevo, Iglesia Ortodoxa; pastor Hugo Vergara, Iglesia Anglicana; pastor David Thies, Iglesia Luterana; rabino Marcelo Wajcer, comunidad judía, y presbítero Pablo Martínez, Iglesia Católica, hicieron cada uno desde su fe una oración a la patria. Tras el rezo del Padrenuestro, la interpretación del Gloria, de Vivaldi, monseñor Cargnello impartió la bendición a las autoridades presentes, mientras
Texto de la homilía
Como una respuesta brotada desde lo profundo del corazón a
Se trata de un recuerdo cargado de gratitud y de responsabilidad. De gratitud por la rica herencia que nos legaron los mayores a lo largo de estas casi veinte décadas; de responsabilidad porque el presente nos exige actuar de tal manera que, aprendiendo de los aciertos y errores del pasado enmendemos estos y profundicemos aquellos para poder pergeñar un futuro que ofrezca horizontes a las generaciones que nos han de suceder.
En el horizonte de nuestras vidas de argentinos ya despunta la celebración de las fiestas del Bicentenario; acercándonos a ellas, nos sentimos felices porque, desde esta Provincia podemos decir, con humilde convicción, algunos pensamientos que surgen de cara a un nuevo siglo de vida argentina.
Esta casa guarda la imagen bendita del Señor del Milagro, imagen que viene animando la oración por la patria rezada por tantos argentinos desde hace ya casi siete años. Aquí se nos ofrece un clima familiar en el que quisiera testimoniar una herencia y dirigir un pedido a todos mis hermanos argentinos.
La herencia la recojo de la historia de nuestra provincia. Salta quedó marcada por su amor a la patria desde los inicios de ésta. Baste recordar lo decisivo de aquella batalla conducida por el General Manuel Belgrano el 20 de febrero de 1813 en la consolidación de nuestra independencia. Este pueblo ha madurado en cada generación su conciencia de civilidad alimentado por muchos testimonios de servicio, de desinterés, de proyección. Creo no equivocarme si destaco, espigando en su historia, tres datos que están grabados en el alma de esta provincia y que son: el mensaje del Milagro, el legado de Güemes y el servicio de Facundo de Zuviría.
El Mensaje del Milagro: La historia de Salta se acuna en él. Desde la fundación de esta ciudad en 1.582, primero fue promesa, luego encuentro, después olvido, luego una historia de comunión profunda que culmina en 1.844 cuando el Pueblo hace un pacto con el Señor. Desde entonces el pueblo lo renueva cada año en una primavera pascual.
La profunda experiencia del encuentro con Cristo es para cada salteño y para el pueblo, una experiencia de dignidad que se afirma y de libertad que se recrea. Como el Pueblo de Israel reconoce en el Pacto del Sinaí el nacimiento de su condición de pueblo libre, así el pueblo de Salta, al reconocer que sólo Dios es su Señor, se sabe un pueblo libre y por ello un pueblo digno. Es que la dimensión religiosa de la persona es la base de su dignidad y la custodia de su libertad. Nunca Argentina tuvo miedo a Dios, fuente de toda razón y justicia y, en esta hora es muy bueno que nos presentemos ante El para alabarlo. “Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación. Postrados ante ti los ángeles te adoran y cantan sin cesar: Santo, santo, santo, Dios del universo; llenos están los cielos y la tierra de tu gloria”.
El legado de Güemes. La figura del General Martín Miguel de Güemes es para los salteños un llamado a la entrega por la patria en la fortaleza hasta el heroísmo. Es digno de destacar cómo su acción de defensa de la patria fue acordada con San Martín y Belgrano en un plan estratégico al que fue fiel hasta la muerte porque la patria se lo pedía. Este profundo amor a la tierra que nos vio nacer constituye un aporte al modo de ser del hombre del interior. Hay un estilo generoso, cordial, respetuoso, digno, acogedor, fiel a la palabra dada, que se resume en la palabra gaucho y que cualifica al hombre y a la mujer del interior argentino. Estos valores, que están en la base de la cultura nacional profunda llaman a que los tengamos en cuenta a la hora de pensar nuestra identidad.
El servicio de Facundo de Zuviría. A este ilustre salteño le correspondió presidir el Congreso Constituyente de 1.853 que consagró nuestra Constitución Nacional dando origen al estado organizado que consolidó el crecimiento y la evolución de
Esta herencia que es viva en el corazón del pueblo, me impulsa a pedirles a todos los argentinos tres compromisos, que los obispos miembros de
1.- Trabajemos por continuar construyendo
2.- Renovemos nuestro esfuerzo por consolidar el sistema democrático desde el respeto a la constitución y a las instituciones de la patria. Cuando el respeto a la ley constituye un bien adquirido cada ciudadano puede sentirse libre y proyectarse dignamente. Lo contrario pone a la nación en un camino involutivo hacia la ley de la selva. ¿Será capaz nuestra generación de avanzar desde la “viveza criolla” hacia la nobleza que compromete? Es preciso continuar trabajando para elevar la calidad de la educación basándola en los inclaudicables valores puestos por Dios en el corazón del hombre. Animémonos a crecer en la honestidad, en la austeridad, en la responsabilidad por el bien común, en la solidaridad y en el espíritu de sacrificio, en la cultura de la familia, de la vida y del trabajo.
3.- Apostemos con audacia creativa y confianza renovada a la amistad social y al diálogo como camino para construir la comunidad nacional. El espíritu amplio e incluyente que caracteriza a nuestra patria se plasmó entre otras expresiones en la voluntad de promulgar nuestra constitución para “nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. Ese espíritu fraterno hoy nos compromete a recrear los vínculos entre todos los habitantes de esta tierra y nos ilumina para mirar al otro como hermano. Nunca unos contra otros. El diálogo es un instrumento eficaz para convertir la crisis en oportunidad. La fatiga que acompaña su ejercicio no es infecunda ni irrelevante; sabernos encontrar, escuchar y hablar hasta ponernos en el lugar del otro es garantía para avanzar socialmente. Reafirmemos nuestra convicción de que “una sociedad no crece necesariamente cuando lo hace su economía, sino sobre todo cuando madura en su capacidad de diálogo y en su habilidad para gestar consensos que se traduzcan en políticas de estado que orienten hacia un proyecto común de Nación”. Avancemos en la construcción de una Patria de hermanos. No neguemos a nuestros niños y a nuestros jóvenes esta señal de esperanza.
Hemos escuchado a Jesús en el Evangelio ofrecerse como Pan vivo bajado del cielo. Hoy
Tedeum, 25 de mayo de 2008
Iglesia de Nuestra Señora de
Ciudad de Corrientes
Mons. Andrés Stanovnik
“Cristo es nuestra paz: él ha unido a los dos pueblos en uno solo…” Efesios 2, 14-18
1. La bella imagen de
I. Un tiempo de renovación
2. Hacemos también una agradecida memoria de los Padres de
3. Así como nadie puede darse la vida a sí mismo, tampoco puede renovarla sólo por sí mismo. La auténtica renovación de espíritus es un don de Dios y queremos pedirla con insistencia y humildad por nuestros gobernantes y por todo nuestro pueblo, suplicando hoy la poderosa intercesión de Nuestra Señora de
II. Signos fundacionales portadores de valores
4. Este nuevo aniversario de nuestra Patria nos invita a recordar nuestro origen. Allí, como sucede en todo inicio de la vida, se encuentran embrionariamente aquellos elementos fundamentales que luego conforman la identidad y la misión de un pueblo y son fuente permanente de renovación espiritual. Dios, que nos ama inmensamente, nos regaló en los orígenes de nuestra Provincia dos signos que condensan significados de enorme riqueza para una multitud de correntinos y correntinas:
5. En
6. Ante la imagen de Nuestra Señora de
III. El camino del diálogo fraterno y democrático
7. Hay una profunda coincidencia entre los dos signos:
8. En cambio, cuando se pierde de vista el ideal del amor hasta el extremo, que está a la base de una auténtica amistad social, las relaciones personales e institucionales se deterioran gravemente. El resultado es inevitable: esas relaciones empiezan a nivelarse por lo bajo. Esa tendencia, de no revertirse, termina inexorablemente en bajeza y degradación. El desleal juego de desgastar al adversario, la práctica inmoral del doble discurso y el necio recurso a la descalificación, abren la puerta al pasillo oscuro de la sospecha, de la desconfianza, de la defensa y del ataque. Cuando se acaba el diálogo surge la agresión. La violencia engendra violencia. Tenemos que entender que no hay diferencia sustancial entre la violencia del palo y la capucha con la del casco y el fusil. Ambas entran en una espiral de violencia, que nunca condujo a nada bueno para nadie, pero trajo, en cambio, mucho sufrimiento y degradación humana para todos.
9. Cuando surgen problemas en la familia, en una institución o en la comunidad política, no se resuelven mediante convocatorias ocasionales al diálogo. Debemos convencernos de que el diálogo exige una profunda renovación de espíritus, que crea en las personas una disposición permanente al encuentro y genera estructuras que lo facilitan. Esa renovación debe contener, como condición indispensable, la confianza entre los interlocutores, la transparencia de sus intenciones y el deseo sincero del bien común para todos; sabiendo que el valor del bien común está siempre por encima de los intereses particulares. Naturalmente, si se aseguran estas condiciones, hay que añadir una alta cuota de humildad, de renuncia y de sacrificio, virtudes sociales que, lamentablemente, no cultivamos con demasiado entusiasmo. Sin embargo, estamos a tiempo para ser razonables y para responder a la estatura espiritual de la mayoría de nuestra gente, que aspira a un trabajo digno con un salario equitativo y justo; que anhela ejercer el derecho de participar responsablemente en la gestión del bien común; que reconoce agradecida el progreso y afianzamiento democrático, convencidos de que es el mejor camino para seguir construyendo una nación justa, fraterna y pacífica.
10. Una comunidad empieza a resolver sus problemas cuando se hace cargo de ellos, los reconoce y es capaz de ponerles nombre. Es decir, cuando se sincera consigo misma y se anima a decir la verdad. Como el adicto, por ejemplo, que inicia su proceso de curación sólo cuando es capaz de reconocer cuál es su verdadero problema. Mientras no lo haga, dará vueltas sobre sí mismo hundiéndose en sus propias contradicciones y creando en torno a sí un sin fin de innecesarias complicaciones y dificultades, para desgracia de sí mismo y de los demás. Hoy tenemos que mirar nuestros problemas como Provincia y como Nación, ponerles nombre, no tenerles miedo y buscar pacientemente el mejor camino para resolverlos por los caminos del diálogo fraterno y democrático.
11. La profunda fe en Dios y en
12. Somos conscientes de nuestra fragilidad y también de nuestro pecado. Pero, al mismo tiempo, sentimos que el amor de Dios nos levanta y nos anima en la esperanza. Por eso, los invito a rezar, sintiéndonos unidos todos los argentinos y argentinas de buena voluntad,
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación,
una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos a María, que desde Luján nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.
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